La medusa

No puede ser! Ha vuelto a suceder! También hoy me he extraviado en este torbellino de pensamientos y he olvidado proveerme de algo para comer. Me ocurre cada vez más a menudo. Ya se ha convertido en una costumbre: adelgazo visiblemente, pero no puedo dejar de pensar.
Además, ahora que tenemos un sistema nervioso me parece una lástima no usarlo. Pensar, desarrollar opiniones propias, reducir el universo a la medida de una medusa, son cosas que me hacen sentir muy orgulloso de mí mismo. Son cosas tan gratificantes que, cuando me pierdo en cavilaciones, todo lo demás resulta secundario.

Sin embargo, ya es mala suerte que la Evolución no haya concedido el privilegio de un sistema nervioso a nadie antes que a nosotros: si todos reflexionáramos, probablemente las cosas irían de manera diferente en el mundo!
En cualquier caso, el inconveniente mayor es que, siendo nosotros los primeros en disponer de sistema nervioso, debemos resignarnos a utilizar uno bastante rudimentario. Por ejemplo, a mí me ocurre muy a menudo que el pensamiento me se atasca en elucubraciones sin fin, y, en estos casos, podría ser útil tener la oportunidad de apagar y volver a arrancar el sistema. Si hubiera un botón de RESET y, de vez en cuando, yo pudiera reiniciar mis pensamientos, quizás sería más fácil darse cuenta de cuándo ha llegado el momento de comer. Tal vez podría alimentarme mejor, podría aumentar de peso y tener un poco más de fuerzas!
Pero, al parecer, estoy pidiendo demasiado! Al parecer, me veo obligado a aceptar el hecho de que el sistema nervioso sólo puede generar pensamientos que divagan, que se mueven sin meta, que se pierden en las cavernas más ocultas de mi conocimiento.

Pensamientos peregrinos que viajan al azar, sin seguir indicación alguna. Y que, en última instancia, se pierden en lugares que no deberían frecuentar. Exactamente como me está pasando ahora mismo. Absorto en mis reflexiones, no me he dado cuenta de que el mar que me rodea se ha hecho más oscuro. Sin advertirlo, he llegado a lo más profundo de este océano, perdiéndome en el arrecife. Pero incluso aquí, mis elucubraciones no se detienen. De hecho, parecen tener aún más impulso! En este lugar, mi sistema nervioso es asaltado por la idea de encontrar a mi padre o a mis hijos entre todos estos pólipos. Pero más que una idea, quizás es sólo una esperanza. Y bastante vana, además!
Después de todo, ellos son pólipos y yo soy una medusa. Sí, nos parecemos... Pero no demasiado! Supongo que no podría reconocerlos y ellos encontrarían las mismas dificultades que yo.

Sin embargo, sería bonito si un día pudiera conocer a un pólipo. Pertenecemos a la misma familia, pero llevamos vidas tan diferentes! Nosotras las medusas somos libres de nadar en este vasto océano, mientras que ellos pasan la vida anclados en el mismo fondo. De vez en cuando les envidio: yo no tengo una casa, no tengo raíces. Me doy cuenta de que la libertad de moverse, de poder elegir el lugar donde vivir y poder cambiarlo no es algo tan desagradable. El problema es que esta libertad a menudo se convierte en una triste soledad. No pudiendo estar quietos, es imposible cultivar amistades o relaciones estables: cuando conoces una medusa interesante, ya es tiempo de separarse de ella.
Y creo que mucha gente comparte mi pensamiento: y eso lo veis vosotros también. También vosotros veis que nosotras las medusas tenemos los tentáculos y la boca hacia abajo, como si buscásemos en la profundidad del mar todo lo que nos podría hacer felices. También vosotros veis que nosotras las medusas, reproduciéndonos, generamos pequeñas larvas que, más tarde, se van a convertir en pólipos, porque tal vez estamos convencidas de que, de esta manera, podemos ofrecer a nuestros hijos una vida mejor que la nuestra.
Convicción extraña … Muy extraña... Básicamente, tampoco puedo decir si se trata de una verdadera convicción. Al menos, no sé hasta qué punto estoy convencido de la idea de que los pólipos viven mejor que nosotras! Si estuviera totalmente convencida, no me preguntaría por qué los pólipos tienen los tentáculos y la boca hacia arriba … Si estuviera totalmente convencida, no me preguntaría por qué los pólipos, reproduciéndose, generan pequeñas medusas...
Todavía no he conocido un pólipo, pero a veces creo que tampoco ellos están plenamente satisfechos con sus vidas. Tal vez se aburren mortalmente pasando toda su vida en el mismo lugar y con la misma gente. Tal vez arden en deseos de despegarse de estas rocas y poder nadar libres en el océano. Tal vez arden en deseos de romper aquellos lazos con la tierra que yo, en cambio, deseo cada día más ardientemente.

Pero... Esperad un momento … Si los organismos pensantes están siempre donde no querrían estar, nunca tienen lo que querrían tener... Si nosotros, organismos pensantes, nunca estamos completamente satisfechos con nuestra vida, estamos realmente seguros de que nuestro sistema nervioso es tan rudimentario? No será que este sistema nervioso está ya demasiado avanzado y aún no estamos en condiciones de hacer buen uso de él?
Quizás existe en algún lugar el botón de RESET, pero no tengo ni idea de dónde... Tal vez mi problema no sea la incapacidad de parar mi pensamiento, sino que soy yo mismo, que nunca quiero abandonar mis divagaciones. Tal vez el problema soy yo, que no pongo ningún freno a mi flujo de conciencia.
No me refiero a tirar a la basura mi libre albedrío (si podemos llamarlo así ...), pero si lo intentara, al menos podría dirigirlo y hacer que siga caminos más lógicos y racionales. Tal vez, esforzándome, sería capaz de pensar menos en lo que no tengo y darme cuenta de que, a pesar de todo, podría ser feliz con lo que está a mi disposición.
"Podría". El condicional es una necesidad. Porque mantener los problemas fuera del alcance de mis reflexiones no siempre es sinónimo de felicidad. Hay otras palabras que definen mejor el alejamiento del pensamiento de las complicaciones y dificultades que tenemos que encontrar...
Aceptación, por ejemplo. O resignación. Dos palabras que suenan tan diferentes, pero en realidad parecen tener el mismo significado. Después de todo, aceptar que en esta vida no se puede tener todo significa resignarse a un cierto destino. Del mismo modo que resignarse a una existencia en la que se nos permite realizar sólo unos pocos deseos nos permite aceptarnos plenamente y, de alguna manera, ser felices.
Porque reconocer la suerte de no tener vínculos fijos e inmóviles no es más que adaptarse a un vagabundeo sin fin. Porque aceptar la superioridad del sistema nervioso, evidentemente, implica la resignación a seguirlo en todas sus masturbaciones. Porque, al final, no hay diferencia entre aceptarnos por lo que somos y resignarnos a no poder mejorar.

Y de todos modos, aunque tal vez aceptación y resignación no sean sinónimos de felicidad, son probablemente pasos necesarios en el camino a la satisfacción. Cuanto más lo pienso más me convenzo de que el secreto para alcanzar la felicidad es no pensar. No hacerse ninguna pregunta sobre lo que nos rodea. Comportarse como si todas las cosas que no tenemos bajo control estuvieran yendo de manera inmejorable. Fingir que vivimos en el mejor universo posible.
Porque lo que está alrededor de nosotros no lo podemos cambiar. Sólo podemos cambiarnos a nosotros mismos. Sólo podemos adaptarnos a la realidad. Anular el deseo. Poner nuestra alma en paz con nosotros mismos y con Dios.
Podéis usar las palabras que prefiráis: en mi opinión, esto se llama aceptación/resignación. Y, en lo que a mí concierne, sólo tengo dos opciones: aceptar/resignarme a pasar hambre para el resto de mi vida o aceptar/resignarme a no utilizar este maravilloso sistema nervioso.

Estimados pontificadores, ya os oigo. Entiendo que me estáis aconsejando que siga la segunda opción. Y, muy a pesar mío, me veo obligado a escucharos: si quiero mejorar mi calidad de vida, tengo que dejar de pensar.
Pero hoy el plancton bueno se ha acabado y, de todos modos, tengo igualmente que sufrir el hambre … Más vale que deje de pensar mañana!

No hay comentarios:

Publicar un comentario